Una capa pesada y oscura la protegía de la curiosidad morbosa. Sin embargo, a pesar del atavío, conservaba algo leve y etéreo. Cuando llegué permaneció inmóvil frente a la mesa. Ni siquiera giró su rostro para saludarme. Pude vislumbrar no más de un par de centímetros de su mentón tras la capucha. … Continuar leyendo Nada sobra y nada falta